Sobre nosotros
Desde su fundación en el año de 2018, el Centro para la Investigación de las Artes Durango A.C. (CIAD) ha tenido como propósito fundamental generar un interés por el estudio de las artes en general y su conservación, debido a que los estados del norte no cuentan con espacios educativos que ofrezcan a la población la enseñanza, la investigación y la conservación de las artes. Por esta razón, CIAD tiene como objetivo convertirse en un referente de alta especialidad en el norte de México mediante la gestión de proyectos culturales y la colaboración de especialistas reconocidos y reconocidas a nivel nacional e internacionalmente.
El CIAD pretende incrementar el interés de la juventud y la población por el estudio de los procesos artísticos que se produjeron durante las diferentes etapas de la historia local, regional, nacional e internacional mediante la presentación de conferencias, cursos, talleres, diplomados, así como, asesorías profesionales, tanto para la iniciativa privada, como para las instituciones públicas. La generación de este conocimiento es indispensable para que la población, tanto de ciudades, como de los municipios entiendan y aprecien sus herencias artísticas y que hoy conocemos como patrimonio cultural. Lo anterior propiciaría que la sociedad tenga una mayor participación en la conservación de su patrimonio, así como, en la implementación de políticas públicas encaminadas a dicho fin. Tan solo recuérdese que las artes depositadas en los estados del norte del país son vastas, llámense bienes muebles o inmuebles y datan desde finales del siglo XVI hasta el siglo XX.
El Centro para la Investigación de las Artes Durango se estableció en la ciudad de Durango por diversas razones históricas, entre ellas, porque en 1563 se fundó la villa de Durango en los territorios conocidos como la Nueva Vizcaya en el norte novohispano y posteriormente, a finales de la centuria la villa se convirtió en un bastión importante para el proceso de evangelización y expansión territorial de la colonia española, lo que propició décadas después el establecimiento del obispado de Durango en 1620.